Hace tanto tiempo que no me siento delante de una página en blanco que creo que me he desvanecido. Me bloqueo.

Para reaprender, comienzo a leer hacia atrás. Me bloqueo.

Me había propuesto no hablar de los bloqueos. A veces también los llamo excusas. Ni del insufrible alegato del por qué escribir. O por qué no. Me lo había propuesto pero ya estoy ahí. Me bloqueo.

Tras este último bloqueo me he dedicado a coger dos botes de lápices. En uno hay dos pinceles, un quitagrapas y dos trocitos de cartulina. En uno de esos trozos hay escrita una nota de un alumno o alumna dándome las gracias por confiar en ellos. No recuerdo de quién es. Me apena no recordar de quién es. En otra, que tiene forma de corazón, pone para Patricia y Manu. Tampoco recuerdo de quién es. Si fuera un hijo habría escrito para mamá y Manu. Y un alumno no habría mencionado a Manu, porque yo no lo menciono. A los hijos sí, porque a veces utilizo ejemplos (verdaderos o inventados) que los hijos protagonizan, para empatizar. En el otro hay un marcapáginas que me ha hecho otra alumna, de la que recuerdo la cara pero no el nombre, dos rotuladores de pizarra y unas tijeras.

El domingo, Alfredo preguntó por qué es capaz de recordar el listado de ríos de cada provincia pero no cómo hacer una raíz cuadrada cuando todo eso lo estudió en la misma época y no ha necesitado ninguno de estos conocimientos nunca. Yo también me pregunto por los mecanismos de la memoria. Posiblemente, si escribiera sobre la comida del domingo, la recordaría durante bastante tiempo. No tengo interés en recordarla. Tampoco la comida del sábado. Las dos transcurrieron bajo la sombra de ruinitas familiares, de esas que son sutiles y ocurren dentro del subtexto, como las aguas subterráneas, todo por debajo, mientras la superficie está tan aparentemente seca. Las dos, aunque más el domingo, me dejaron con ganas de llegar a casa, pero como eso no llegó a ocurrir, de mirar la pantalla del teléfono hasta que me ardieran los ojos y huir de esa mugre buscando libros, sudaderas con polar para estar en casa ahora que hace frío, una brocha, un delineador de tinta. A veces, aquello que quiero olvidar es precisamente aquello que se impone para ser escrito. Ahora me gustaría recordar el momento en el que me dieron esos trocitos de papel con un mensaje que guardo en la taza portalápices de mi escritorio. El nombre y la cara de esos niños. También me gustaría estar en casa, y no tener que seguir caminando sobre todo eso de debajo. Me bloqueo.


2 respuestas a “Sub”

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